Transportes José Pueyo Serveto

BARBASTRO (HUESCA)

En esta ocasión no va a hablarnos de máquinas, motores o marcas, sino de personas. José Antonio Pueyo nos ha mandado esta emotiva y emocionante historia de un gran profesional del transporte, su padre José Pueyo. Una vida llena de anécdotas y peripecias, alegrías y penas, que como la de otros muchos transportistas hicieron que este país comenzara a desarrollarse  y engrandecerse.
Muchas gracias José Antonio, aquí está  parte de la historia de tu familia, compartiéndola con todos nosotros será más difícil que se olvide.
 
Érase España, un país que salía de la posguerra y entraba en una larga pero intensa reconstrucción e industrialización del país. Los primeros camiones de la recién fundada ENASA se repartieron por todo el país y a ellos les debemos nuestro estatus actual de país desarrollado.
 
La pequeña historia de los Pegaso en el desarrollismo español
 
Y así fue como los camiones que ahora nos parecen dinosaurios del transporte, algunos de ellos salidos de la contienda militar malheridos (Foto Camión Reo) y otros sacados de las factorías españolas de ENASA (los populares Pegaso Mofletes, de los 50 y 60), comenzaron a poner los cimientos de un país en vías de desarrollo.
 
Y tras un camión, hay una persona, una empresa, un modo de vida y mil historias que contar. Los camiones Pegaso que se ven en estas fotos actuaron muy localmente en los años 50 en la Provincia de Huesca para acabar en modernos camiones de rutas internacionales.
 
El anecdotario de Transportes José Pueyo
Sobran anécdotas que recordar e historias que vienen a la memoria. José Pueyo, el propietario de los camiones que se ven en las fotografías, adquirió experiencia primero como carretero con carros de tracción animal por el Pirineo en los años 40 y cuando sólo contaba 14 años ya llevaba los camiones de su tío Serveto, que poseía varios Reo e Issota Fraschini y le enseñó la profesión. Cuando la respetada Benemérita le pedía los permisos de conducción, alegaba que entre el conductor joven y el acompañante más joven aún, su hermano, alcanzaban sobradamente los 18 años para conducir.
 
Y qué decir de las carreteras. Cuando comenzó con su propio camión, a principios de los 50, para pasar un túnel con maquinaria se vio obligado a deshinchar las ruedas del camión para que no se rozase el techo. Y hablando de roces tuvo el privilegio de rozarse en el túnel de Viella con el mismísimo Generalísimo durante los trabajos de construcción. No fue de extrañar que al llevar una excavadora al Monasterio de San Juan de la Peña para dar acceso a este reducto del Aragón más profundo el joven ingeniero Santiago Marraco, luego Presidente del Gobierno de Aragón, se asombrase de la pericia para llevar hasta allí dicha maquinaria.
 
Su ingenio le permitía salir de todo tipo de situaciones complicadas. Cuando se rompía una parte del palier se liberaba de peso concentrando la carga en las ruedas y ejes sanos, cuando se pinchaban las ruedas se llegaban a rellenar de paja y agua para continuar el camino y nunca faltaban repuestos en el propio camión como crucetas de transmisión y palieres para cambiar a mitad de trayecto. Y si la carretera era la que fallaba se rellenaba con tablones o con algún basculante que no tenía problemas en aligerar su carga para poder pasar por la difícil orografía de la provincia de Huesca.
 
Por cierto, antes nevaba más que ahora y no había quitanieves. Pues bien, el Mofletes no tenía problemas como los actuales: se ponía una marcha corta y a subir, que luego cuando vino el Pegaso 260 cv “cabina cuadrada” en 1972 ya patinaría al menor charco. Y de jabalíes, tejones y cabras hispánicas el Mofletes fue cazador involuntario y sin que sufriese la carrocería pues el parachoques era de acero. Fue también el encargado varios años de llevar encima de la carga los regalos del Alcalde de Viella a diferentes ministerios de la época: unos pinos del Valle de Arán para Navidad. Había que agradecer el Parador Nacional de Turismo de Viella al Ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga. Al llevar el Mofletes el volante a la derecha recuerdo que mi padre me preguntaba si venía tráfico para adelantar a algún vehículo en las serpenteantes curvas del Pirineo y que cuando cargábamos excavadoras era el encargado de pisar el freno para que el camión no se moviera. Era difícil para un niño hasta llegar a los pedales del Mofletes y la dura dirección de cremallera no era apta para menores de 18 años.
 
Cierto es que con el tiempo se mejoró en camiones y se dignificó la profesión de camionero, pero cuando se accedía a Francia se comprobaba que los Pegaso estéticamente eran modernos, pero se echaba de menos mayor calidad. El Pegaso 352 cv comprado en 1976 no dio los resultados esperados. De hecho la propia ENASA a través del Concesionario desaparecido Cancer y Cebrián le cambió el motor entero nada más estrenar el camión y le invitó a comprar otro 352 cv en 1978 de resultados parecidos. A propósito, el último 352 cv es el que llevó camiones militares al puerto con destino a Egipto con el gran pedido que le hicieron a ENASA de miles de unidades a principios de los 80.
 
Era tal la potencia de los 352 cv que hasta en Francia le pisaba los talones a los Berliet, Saviem, Unic y Magirus que circulaban entonces. Los conductores de autobús no daban crédito a la velocidad. Recuerdo haber alcanzado con este vehículo en autopista velocidades que rebasaban los 125 km/h máximos del cuentakilómetros.
 
Los viajes a Francia a través del Pirineo te trasladaban hacia un mundo distinto al que se vivía en la España de los 70: era un país caro, se notaba que entrabas en Francia porque el camión dejaba de saltar al entrar en carreteras perfectamente asfaltadas. La amplitud de las primeras cabezas cuadradas de Pegaso y de su cama era tal que al pasar la frontera con Francia mi padre si no llevaba los papeles del Libro de Familia me envolvía de pequeño con las mantas y esperaba escondido los largos trámites de aduana. Y a la inversa, la amplia cabina permitía pasar productos comprados en Francia que no había en España o “compras” de Andorra que se traían vía Francia hacia España. Por cierto, en la frontera de la Junquera las pocas veces que la atravesamos el Gendarme hacía literalmente el egipcio y solicitaba los 10 francos para pasar la báscula y los 10 francos para dictaminar que el depósito de combustible estaba para repostar en Francia y no lleno desde España, que era más barato. De todo te advertían con mucha camaradería los compañeros del transporte en la frontera, mayoritariamente exportadores hortofrutícolas, que se tuviese a mano unas monedas de 10 francos que los Gendarmes cogían a la vista del resto de camioneros. La carta verde era imprescindible en Francia pues no habíamos ingresado en la CE y te permitía sólo circular unos pocos km más allá de la frontera aunque a veces mi padre se sentía obligado a alejarse incumpliendo la normativa.
Además mi padre siempre presumía de haberme dejado el camión cargado con 38 toneladas a los 7 años de edad y sin acompañante. Eso sí, antes había practicado por los puertos de montaña del Pirineo de su mano. Recuerdo que el camión sobrecargado apenas alcanzaba los 10 km/h.
 
El Pegaso Mofletes de la foto bajaba del Pirineo a Barbastro en compañía de su hermano mayor cómodamente aparcado en su plataforma Leciñena para mantenimientos y también para celebrar cual feligrés devoto el tradicional día de San Cristóbal. En la foto sale un niño que es quien les relata esta historia. Sus últimos trabajos fueron bajar con la cabeza tractora bloques de mármol en arriesgadas peripecias por las montañas del Valle de Benasque.
 
José Pueyo siempre fue fiel a la marca Pegaso, le estuvo agradecido al caballo alado y siempre rehusó los Barreiros. Los tuvo en propiedad, a veces tuvo camiones “a medias” con otros y los bancos también ponían pegas para financiarse. El Pegaso le dejó tirado en la carretera muchas veces pero no se dejó seducir por otros vehículos de importación que han acabado por globalizar el mercado de camiones españoles como cualquier país de Europa.
 
Texto y fotos: José Antonio Pueyo.
www.pegasoesmicamion.com

  •  Los camiones que ahora nos parecen dinosaurios del transporte comenzaron a poner los cimientos de un país en vías de desarrollo. Y tras un camión, hay una persona, una empresa, un modo de vida y mil historias que contar.
  • Cuando se accedía a Francia se comprobaba que los Pegaso estéticamente eran modernos, pero se echaba de menos mayor calidad.
  • José Pueyo siempre fue fiel a la marca Pegaso, le estuvo agradecido al caballo alado y siempre rehusó los Barreiros.
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