Una vida dedicada al camión (y II)

Manolo Saberes

En el número 367 de Transporte 3 comenzamos a repasar la historia de una de esas personas que con su esfuerzo, dedicación y profesionalidad contribuyeron a que el transporte pesado en nuestro país sea tal y como hoy lo conocemos. Uno de esos chóferes “anónimos” fue Manuel Fernández Rodríguez.
 
La misteriosa desaparición del Ebro
Antes de pasar a relatar la experiencia profesional de nuestro chófer en la anteriormente citada empresa de cementos almeriense, hemos de reparar en los misterios que acompañan a la existencia del Ebro a partir de 1971, año en que Manolo comienza a trabajar en la nueva empresa. Al parecer, antes de ser vendido, el camión hizo labores de camión de la chatarra o de la basura en el patio de Saveres (concesionario Mercedes-Benz en Almería de toda la vida), que estaba regentado por uno de sus hermanos. Los mecánicos salían al patio a depositar en la antaño bonita caja de carga de estilo motrileño (con su paso de rueda trasero envuelto por una bonita y característica curva) los desechos mecánicos generados en las reparaciones de los vehículos que entraban al taller. Después de eso, la historia se nubla, y se vuelve tremendamente confusa. Durante un tiempo, el camión estuvo parado en el cortijo de mi tío Juan (Juan Fernández, hermano de MFR), donde fue habitualmente visto, e incluso fotografiado.
Sabemos que la tarjeta de transportes fue vendida a un almeriense, pero no conocemos el paradero exacto del camión, que no fue dado de baja por desguace (según consta en los archivos de tráfico). Sólo el testimonio de Juan, el Americano, en sus últimos años de vida, nos inquieta un poco más: el Ebro se vendió a un camionero de Alicante que lo utilizó en las obras… Sea como fuere, el caso es que ninguna de las personas que vivieron esa época a las que hemos preguntado (y que no han sido pocas), ha podido ofrecernos una respuesta precisa, y por ello el destino final de este entrañable camión continúa siendo un misterio.
 
La flota de Moreno Alarcón SA: un paso adelante
El 1 de marzo de 1971, y en calidad de conductor, Manolo entra a formar parte de la plantilla de Moreno Alarcón SA, que entonces realizaba el transporte de cementos Alba entre las fábricas de Lorca (Murcia) y Gádor. Los camiones de Moreno Alarcón tenían la siguiente decoración: las dos primeras franjas de la chapa Pegaso (o su equivalente en anchura en otras marcas), iban pintadas de un azul clarito, estando el resto de la cabina pintado de color blanco (blanco Pegaso de fábrica). Por otra parte, las cisternas de cemento, ya fuese en los rígidos o en los tráilers, disponían de una vistosa decoración: la parte superior de color blanco, y la mayor parte inferior en color rojo. Era típico verlos funcionando por Almería, sobre todo en la ruta hacia el puerto, donde realizaban portes de cemento a los barcos que venían a cargar.
 
Como novato en la empresa, a Manolo le es asignado el más antiguo de los camiones de la flota: un imponente Pegaso doble dirección, matrícula AL-19866 de febrero de 1965. Se trataba de un 1062 de los últimos, provisto del motor Pegaso 9100 de 165 cv y 10170 cm3 de cilindrada. Este gigante 6×2 era apto para unos 17.200 kg de carga incluyendo caja, que era una plataforma dispuesta para el transporte de sacos de cemento. Se estima que, aproximadamente, se fabricaron unas 899 unidades de este modelo en el periodo 1962-64. El que nos ocupa debió de ser una de las últimas unidades en stock y fue vendida a principios de 1965. Se caracterizaba por su sistema de dirección de aire. Fue habitual verlo por las instalaciones que Moreno Alarcón SA tenía en el parque Nicolás Salmerón, enfrente del puerto de Almería.
 
Esta empresa tradicional almeriense empezó sus andanzas con la ayuda de un Pegaso Mofletes Diesel en versión plataforma, también destinado al transporte de sacos de cemento. Con el paso de los años, el negocio fue tomando forma y prosperando. Tanto es así que la flota incorporó nuevas unidades. Al Mofletes y primeros Pegaso Cabezón (todos ellos doble dirección), se les sumó un Ebro C-400, y posteriormente un par de flamantes Pegaso 1063A de matrículas consecutivas: los AL-39987 y AL-39988 (el nº 14 de la empresa). Manolo no llegó a estrenar el segundo de ellos, pero poco le faltó. Con él hizo miles y miles de kilómetros en el trayecto Almería-Lorca-Almería, y pasó muchas horas al volante. Un Pegaso que le acompaña en el cielo. Que él conduce y arranca, cada mañana, a eso de las cinco, un rato antes de salir a trabajar, para que el motor se encuentre en su temperatura óptima de funcionamiento. Y es que Manolo era un experto en mecánica y cuidaba mucho a sus máquinas. Con su ayuda se completaron infinidad de construcciones, destacando sobre todas ellas la del observatorio del Calar Alto, por una carretera en la que no todos los camiones podían pasar, y ya no sólo por sus medidas, sino por la pérdida de tracción: era un camino sin asfaltar de prolongada pendiente. Allí, en ese terreno, los cuatro ejes Pegaso 1066, como el AL-0942-A (matriculado en diciembre de 1971) patinaban, haciendo inviable su uso para el transporte de cemento hasta la cima. En este tipo de terrenos, el chasis más cortito del treinta y nueve, como popularmente se le conocía, era imbatible.
 
Durante quince años, el Pegaso se aparcaba en la calle Campoverde del Barrio de Los Ángeles, donde el autor de estas líneas pasó sus primeros meses de vida. Su hermana, muy pequeña, llegó a ponerse al volante de este camión, según relata nuestro padre. Ésta fue la última máquina que condujo oficialmente el abuelo, y con la que MFC realizó sus últimos viajes acompañando a nuestro protagonista. La segunda época del AL-39988 fue vivida con más detalle, quizás, por LFC, que entonces era un chaval muy curioso, interesado en todo lo relacionado con los camiones. Desde dibujarlos hasta incluso poner las gomas para cargar cemento. Después de que Manolo dejara de trabajar en Moreno Alarcón por motivos de salud, los colores de los vehículos de la empresa experimentaron algunos cambios: el color rojo de las cisternas se intercambió por el gris y el nombre de cementos Alba dejó de existir. Sin embargo, según cuentan Pedro y Magín, dos históricos de la empresa, pudimos conocer la existencia de un par de ejemplares de la época de cementos Alba guardados en una nave con la finalidad de poder mantener el nombre de la empresa: se trata de dos Pegaso 1086 conservados en la cercana localidad de Huércal de Almería, si bien no hemos podido comprobar la supervivencia de ningún “cabezón”. Por otra parte, MFC afirma haber contemplado al AL-39988 hacia el año 1993 por la carretera de Carboneras, al que le habían adaptado el volante de copa de los cabina cuadrada fija. En este periodo, Manolo condujo durante algún tiempo los novedosos Pegaso 1086 cuatro ejes de cabina fija de la fábrica de Cementos Alba de Torredonjimeno (Jaén), donde existía otra planta operativa. Del mismo modo, también condujo esporádicamente algunos 1086 de la sede almeriense. Y todo ello, poco antes de jubilarse. Es interesante recordar que la última época de Moreno Alarcón SA se caracteriza por la ruptura de relaciones comerciales con Comercial Pegaso Alsina-Graells, que hasta entonces les abastecía de camiones. De este modo, es en los años ochenta en los que los modelos clásicos de Pegaso se entremezclan con Barreiros primero, y Dodge-Renault-Chrysler después. Éstos últimos, todos en forma de tractoras para el transporte de cemento. Algunos ejemplares de la fábrica de Almería acabaron sus días en un desguace cercano a las instalaciones de Lorca, donde pudimos contemplar y fotografiar hacia 2001 los restos de algunos supervivientes con las últimas decoraciones que equiparon: las de Hat y ReadyMix-Asland. Desafortunadamente, nada queda ya de esos vestigios del pasado.
 
Intentos fallidos e ilusiones
Durante su vida profesional, Manolo estuvo a punto de adquirir algunos camiones como autónomo, siempre intentando mejorar la capacidad de carga de su querido Ebro M-272280. Uno de los primeros camiones de los que tenemos constancia fue un Barreiros Súper-Azor Gran Ruta, con muchos kilómetros y posibles problemas técnicos a los que hacer frente. Perteneció a la flota de camiones de La Simona, pero un mecánico y mejor persona le recomendó no buscarse la ruina con él. Posteriormente se cruzó en su vida un bonito Pegaso Comet, matrícula M-563725 de febrero de 1967, que había realizado a menudo la ruta Almería-Valencia-Almería. Perteneció a una importante flota de Comets de la alhóndiga Agruna, y se encontraba en bastante buen estado. Estuvo muy cerca de comprarlo, llegándose incluso a apalabrar un precio cerrado y a presentarse los vendedores en la puerta de su casa para cerrar la operación con el camión en marcha, pero una modificación al alza del precio a última hora (posiblemente motivado por algún interés de intermediarios) le llevó a romper el trato y a no materializar la operación. Tiempo después, este Comet pasó a trabajar con la empresa Mudanzas Guma carrozado como furgón. Durante muchos años pudo ser visto aparcado en el puerto de Almería, a la intemperie, y el autor de este artículo puede dar fe de ello. El propio Manolo, yendo de paseo los domingos se quedaba pensativo al pasar junto a un camión que pudo haber sido su herramienta de trabajo. Y ya al final de su trayectoria profesional tuvo una ilusión de última hora: adquirir una tractora Barreiros 4238T con la que hacer muchos kilómetros y transportar mercancías por toda España. Personalmente, pudo disfrutar de un Renault 4L de tres marchas (M-456093, de junio de 1965), un Renault 10 (MA-79780, de mayo de 1969) y de un Seat 1430 (GR-2946-A, de abril de 1972).
 
El final
Manolo Saberes nos dejó muy joven, a los 64 años de edad, en 1987. Entonces, el autor de estas líneas apenas tenía 3 años, y la mayor parte de los recuerdos que guarda de su abuelo son en forma de relatos de sus padres y familiares. Siempre recordaré que pasaba todas las mañanas a ver a su nieto en el piso de la calle Campoverde, y que echaba la mañana charlando con mi madre. No quería que llorara, y por ello le decía a mi madre que no me lavara tanto. Un verano me compró un camión americano de juguete muy bonito, que tuvo reservado hasta la navidad, y cada vez que podía, intentaba llamar la atención con el regalo tan especial que me tenía preparado. De sus viajes a Melilla con el treinta y nueve, de donde nos trajo unos prismáticos y un aparato de radio de importación, que tuvo que ocultar en la cisterna del Pegaso para pasar la aduana; de la terrible marea que encontró en un viaje de vuelta, y que hizo que los camiones del barco se chocaran entre sí, y de innumerables anécdotas, como la del conductor de una tractora Pegaso Z-703 de las instalaciones de Oliveros (una de las más importantes de España en la fabricación de vagones) que se abría en las curvas como si llevara un tren, o del avistamiento de un camión norteamericano Autocar, han pasado ya muchos años. Pero Manolo Fernández Rodríguez, D. Manuel, siempre habitará en nuestros corazones. Y siempre nos acompañará en los momentos difíciles. Como hasta ahora.
 
 
Dedicado a la memoria de Manuel Fernández Rodríguez.
 

Agradecimientos
 
La redacción de estas notas no hubiera sido nunca posible sin la ayuda de las siguientes personas:
– Manuel Fernández Camacho, mi padre. Él me ha enseñado todo lo que sé sobre automóviles y mecánica, a conocer y a identificar los camiones y los turismos, y me ha contado todas estas anécdotas una y otra vez. Asimismo, es el autor de las maquetas que se pueden observar en las fotos.
– Francisca Martínez Gea. Mi madre, por transmitirme todos sus conocimientos y recuerdos.
– Carmelín Fernández Camacho y Elena Pastor Fernández. Han sido una pieza indispensable, que me han proporcionado su ayuda incondicional en todo momento. Gracias a ellas, se han localizado muchas fotos que aparecen en este artículo, destacando la de la cabecera del artículo.
– Luis Fernández Camacho. Me ha transmitido todas sus vivencias a bordo de los camiones de la época y del trabajo en la cementera. Además, ha realizado hallazgos de fotografías muy importantes y ha aportado todos los datos de la tabla adjunta a este artículo.

 

  • Condujo un Pegaso 1062, un vehículo de doble dirección del que no se fabricaron más de 900 unidades en el periodo 1962-64.
  • Manolo, al igual que muchos conductores de antaño, era un experto en mecánica y cuidaba mucho a sus máquinas.
  • Durante algún tiempo también estuvo al volante de los novedosos Pegaso 1086 cuatro ejes de cabina fija.
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