Con la reducción de los accidentes y las víctimas mortales a cifras que no se conocían desde hace más de 40 años, gracias sobre todo a medidas como la implantación del carné por puntos, el endurecimiento de las penas por delitos de tráfico en el Código Penal, la instalación de radares y el aumento de los controles de alcoholemia y velocidad, parece necesario abrir nuevos caminos para seguir ganando terreno a los siniestros viarios.
En este sentido, urge un análisis profundo de la accidentalidad desde el punto de vista del papel que desempeñan las infraestructuras en la seguridad vial.